Recuerdo salir de mi casa, con algo debajo de mis mangas ocultándolo para que mis padres no lo vieran. Aquellas cuadras eran eternas, pero con la música se me hacia mas corto el camino. Miles de recuerdos invadían mi mente, las sonrisas marchitas; esas que eran fingidas. Aquellos llantos incontrolables antes de dormir, la desesperación por no poder sentirme de la forma en que quería...
Contemplé cada cielo todos los días, cada momento junto a los que amaba, los hice como si hubieran sido los últimos, aproveche cada minuto. Estar a su lado era el paraíso...
Aunque cada día era mas y mas oscuro, la soledad se estableció en mi cuarto y encontró un lugar cómodo donde quedarse, junto a mi.
Ya no tenia amigos, no podía contar con nadie, desde allí, ella nunca me abandono, tomó mi tristeza y la llevó lejos. Ya no me sentía mal, me había dejado de importar todo, lo único que necesitaba era escaparme lejos de aquí y no volver.
Acerca de las siete de la tarde, estaba por esconderse el sol, mis pies cansados se frenaron en un árbol para poder descansar. Mis manos pálidas tomaron aquello que había debajo de mi abrigo. "Canción de suicidio" era lo que sonaba en mis oídos. Sentí de pronto un dolor inmenso en mi muñeca, pero dolía más el corazón. La sangre recorría mis venas, hasta mis piernas arrodilladas, finalmente dejándome caer al suelo.
Cortar mis venas, me hizo respirar mejor. No dije ninguna palabra, ni siquiera una carta escribí. Dejé al criterio de los demás, la razón por la que me fui, pero de algo estoy segura, que ya no seré una molestia en sus vidas nunca más.
Agustina.
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