Caía la noche y mi mente recostada en su almohada, viajaba a tiempos donde mi felicidad deambulaba por todas partes. Miraba detenidamente mi sonrisa, me di cuentas que fui feliz. Ahora admito que también lo soy, tengo a la persona que amé tanto y me costó tanto superarlo. Pero un vacío en mi no me dejaba continuar, era ese sentimiento tan cansador, esperaba a que me acueste y cierre los ojos para aparecer y arruinarme la noche.
De pronto miraba el techo, contemplaba la oscuridad y podía ver la tristeza que habitaba en mis ojos lagrimosos. ¿Porque estaría triste otra vez?. Él siempre se preguntaría que hace falta en mi vida para completarme, porque sabia que algo en mi no andaba bien esta vez, pero ¿que podía contestarle? si ni yo sabía lo que pasaba en mi interior.
La soledad encontró un lugar al lado mio, tomó sus cosas y habito aquí junto a mi. A pesar de que a mi costado estaba el amor de mi vida, no había espacio para los dos, y la oscuridad lo llevó lejos de mi.
Tus besos, tus abrazos, tus caricias, las incontables risas en la madrugada, todo eso tan valioso, y de pronto me hace llorar el pensar que todo aquello se esta perdiendo, debido a que la depresión esta consumiéndome.
No me importa si pierdo mi apetito, las ganas de ver el sol, si me encuentro perdida o agotada y me tiro vencida en la cama. No me importan las marcas en mi piel, cuantas tengo o si quedaran para siempre. Nada de eso me interesa, lo único que pido es que me saques de aquí. Llévame lejos de esta habitación gris, contigo.
Agustina.
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