Nadie habla de los besos que le damos a las fotografías cuando nadie nos mira. Ni de la forma en que nuestros recuerdos nos invaden cuando tenemos los audífonos en un viaje junto a la ventana. Tampoco hablan sobre las lágrimas que derramamos sobre aquellos mensajes de texto, ni de esas llamadas a distancia donde el corazón se nos desborda. Nadie habla sobre las despedidas que nos marcaron para siempre, ni de los deseos a las estrellas, a nuestros seres amados. Nadie habla de aquellas cartas que nunca se enviaron, nadie habla sobre aquella flor muerta en nuestro libro favorito. O de como se siente cuando alguien nos abandona, o como entra en nuestra vida. Nadie dice nada, porque no es necesario. No hay palabras. Sólo están las sensaciones, porque en algún momento sucede y se da sin siquiera nuestro permiso. No es necesario que se escriban poemas. Sólo saber que somos nosotros mismos cuando, precisamente, nadie se percata, ni está para ver esa sonrisa estúpida que ponemos si esa persona nos envía un mensaje o si la vemos un día cualquiera, por pura casualidad.
La vida, le dicen. Y es preciosa.
Agustina.