_A lo mejor, por primera vez en mi vida, he tenido suerte. Debe de ser una señal del universo: si la única vez que uno tiene suerte es cuando planea su suicidio, es que, sin duda alguna ha llegado la hora de largarse..
Todo el mundo dice eso de que “el suicidio es la solución de los cobardes”. Supongo que sí lo es; es verdad, estoy tirando la toalla, rindiéndome. Escapando del agujero negro que me depara el futuro, evitando crecer para convertirme en la persona que me aterroriza ser. Sin embargo, el hecho de que sea una solución cobarde no significa que vaya a ser fácil. La depresión es un peso del que no puedes liberarte. Te aplasta, hace que incluso las acciones más insignificantes como atarte los cordones o masticar una tostada sean como el arduo ascenso a una alta cumbre. La depresión forma parte de ti; la llevas en los huesos y en la sangre. Si hay algo que tengo claro sobre esto es que no se puede escapar de ella.
Lo que no entiende nadie es que la depresión no tiene nada que ver con el exterior; está relacionada con el interior. Hay algo en mi interior que no funciona. Claro, hay cosas en mi vida que me hacen sentir sola, pero no hay nada que me haga sentir más sola y aterrorizada que la voz que oigo en mi cabeza. Nada nos destruye tanto como nuestra propia mente.
A partir de mi tristeza, ya nunca más me importó, ni ser un perdedor, ni carecer de amigos ni nada de eso. Además, nunca fui esa clase de chica a la que todos querían, o de la que alguien estuvo enamorado. Si mis padres me preguntaran porqué me veo así, probablemente no les diga la verdad, porque no quiero que piensen que me pondré mal otra vez.. Estoy aprendiendo a vivir sin necesitar a nadie, porque una parte de mi quiere sobrevivir.
Agustina.